Cinco días han pasado desde el inicio del año uno de la era zoidiana. Dios así lo ha querido, y gracias al apoyo de los 20 concejales obtenidos en las elecciones del 22 de mayo, aun bajo mandato en funciones de los malos (Torrijos fundamentalmente), Juan Ignacio Zoido es nuestro nuevo alcalde. ¿Qué digo alcalde? ¡Nuestro nuevo redentor! Envíado por los dioses Mariano y Javier (ay Machín, resulta que sí había angelitos negros, y tintados, perdón, pintados) para rescatarnos de nuestras vidas pecaminosas, rojas y perroflautas, consistentes en violar monjas, hacer trenecitos y orgías donde le echan droga al Colacao, y encaminarnos a una vida más acorde a lo que una ciudad mariana (Juan Pablo 2 «El Retorno» dixit) corresponde.

Y ustedes se preguntarán cuáles han sido las primeras medidas de nuestro alcalde salvador. ¿Planes especiales contra el desempleo? ¿Poner nuevas calles a escritores del ABC? Pues no. Nuestro amado líder, una vez que le han dado la vara de mando para poder fustigar a los rojeras, ha sido acudir a la basílica de la Virgen de la Macarena para agredecerle al altísimo su victoria. No podemos pasar por alto una cosilla, que consideramos importante señalar. En la Basílica de la Macarena está enterrado un genocida, y lo siento, pues tengo conocidos macarenos, con gran devoción por si virgen, pero sobre ellos pesa tener la vergüenza de tener enterrado en ella a un asesino, que se encargó de sembrar el pánico entre los andaluces que decidieron respaldar al gobierno de la República en aquellos fatídicos años. ¿Qué dirían nuestros queridos rancios si allí enterraran al inmortal Santiago Carrillo? En fin…

Cosa número dos… visita al Rocío, supongo que para agradecerle también los servicios prestados. Dios, que de vírgenes hay… ¡Politeismo oficial ya!

Ustedes dirán: ¿Y a nosotros que coño nos importa si este hombre es creyente o no? Pues es cierto, a mi tampoco me importa mucho. Pero sí me resulta raro, que si se supone que vivimos en un estado aconfesional, donde, cierto es y negarlo sería absurdo, la mayoría de la población se reconoce como católica (incluso yo lo soy, al estar bautizado por decisión de mis padres, que no mía, y de que he renegado de cualquier creencia místico – religiosa), aunque pocos vayan a misa y menos a las sacristías, se pretende hacer de sus creencias religiosas un asunto público. Zoido señaló que su libro de cabecera es la Biblia (libro que es un coñazo auténtico aunque literariamente muy original y sobre eso se podrá discutir en otra ocasión), y no sólo eso, sino que se hizo fotos tanto en la Macarena como en el Rocío y debidamente las difundió entre los medios de comunicación… Menudo asunto particular tan público…

Me temo, queridos amigos y lectores, que esto es una pequeña muestra de lo que nos espera en Sevilla, donde todo lo que no sea música de capilla tocada con corneta, estará mal visto y será rechazado por parte de las augustas nuevas autoridades. Y un ejemplo claro: parece ser que en las fiestas del Orgullo del Sur (Orgullo Gay de Sevilla), no participarán representantes del gobierno, porque por lo visto, ellos son más de otro tipo de carnavales, perdón, procesiones. Y eso pese a que estas fiestas dejarán muchísimos ingresos para los casposos empresarios sevillanos, incluso los del centro.

Por cierto, Pepi, digan lo que digan, has estado genial en el pleno de investidura. Nunca mejor que ahora decir: ladran, luego cabalgamos.