Andalucía por sí, para España y la humanidad


Hoy es 28 de febrero, día de Andalucía, junto al 4 de diciembre uno de los días señalados para los andaluces. Desde hace mucho tiempo he querido escribir algunas reflexiones sobre lo que significa Andalucía, ser andaluz y ser español. Como suele ser normal, muchas de las geniales ideas que se me han ocurrido para escribir se han diluído del gimnasio a casa, así que esto puede que resulte un compendio aleatorio de ideas, posiblemente menos estupendas que en su original. Tengo que señalar también en esta introducción que lo que diga a partir de ahora sólo me represento a mi, puesto que mi compañero, buen camarada y mejor amigo @rojosevillano siente estas cosas de una manera muy distinta, pese a que cierto señor de UPyD, partido tan amado por nosotros y que un día sí y otro también es punto del día, piense que está infectado por el virus nacionalista sólo por cuestionar la gestión relativa al río Guadalquivir. Así que… procedamos.

 
Nunca me atreveré a decir que lo que yo pienso es la verdad acerca de lo que pensamos los andaluces. Como he dicho antes me represento a mi mismo y a nadie más. Yo soy andaluz de nacimiento, malagueño para más concretar y torroxico para hacer pleno en la diana. Por motivos laborales durante mis 12 primeros años de vida los pasé en Galicia, así que mi sentimiento «andaluz» entonces se basaba más en la distancia que me separaba de mi familia que en otra cosa. Hasta que no vine a vivir aquí, 14 años han pasado ya, no he aprendido, poco a poco, lo que para mi es Andalucía.

 
Andalucía no es la Junta ni los que la gobiernan. Andalucía, para mi repito, es un sentimiento de continua lucha, de superación, de igualación con aquellos que están mejor. Se trata  además de un esfuerzo contínuo por escalar cimas cada vez más altas, por mucho que pueda haber quien quiera frenarlo, estén aquí o de Sierra Morena hacia arriba. Es la Andalucía que ha sido capaz de superar el peor de los caciquismos, la sangrante represión, el intento de humillación autonómica e incluso a los gobiernos socialistas. Son los jornaleros que con el sudor levantaron los olivos y los campos de Andalucía, son los emigrantes que se fueron para luchar por un futuro mejor para sus familias, son los que hoy se levantan a diario para buscar algo que llevar a su casa ante unas tasas de paro criminales, los que son solidarios con el resto de andaluces cuando es realmente necesario… Son los andaluces que hace 3 décadas llenaron las calles de nuestras ciudades reclamando lo que era nuestro: la igualdad ante el resto de España.

 
Conseguimos la autonomía en igualdad de condiciones con el resto de territorios del país. Mejor dicho, no la conseguimos, nos la ganamos por lo ya dicho, por la lucha de nuestro pueblo. Y pese a lo que pudiera parecer… no alcazamos la isla de Itaca. Es más, cada vez parece que está más lejos… Sería absurdo negar que Andalucía ha prosperado, que tenemos más autovías, más hospitales, más colegios… Sin embargo sería igual de necio negar que nuestra tierra tiene graves problemas, problemas en el enorme desempleo, en educación, en sanidad, en igualdad… en todos los aspectos que una sociedad moderna pueda tener, pero, y es evidente, acrecentados. ¿No son estos motivos suficientes para recuperar ese espíritu de superación adaluz? Por eso yo soy de la Andalucía de Carlos Cano, de La murga de los currelantes, de La morralla

 
El PSOE lleva 30 años gobernando Andalucía y es principal responsable de que esto siga como está. Poco más hay que añadir respecto esto. Ahora Izquierda Unida, a la que pertenezco orgullosamente, gobierna  con ellos. Ahora somos responsables de lo que sucede aquí, y por mucho que nos guste echar balones hacia la capital del reino, si al terminar esta legislatura no hemos sido capaces, no sólo ya de resistir, sino de mejorar las condiciones de vida de los andaluces, habremos fracasado estrepitosamente, con todas las consecuencias que ello pueda tener. Y añado más, o reitero: yo no quiero que IU esté en la Junta para resistir, quiero que esté para avanzar, quizás porque yo, ilusamente, me creí aquello de que los recortes eran los instrumentos que tenía el sistema capitalista para destruir el estado de bienestar…

 
Algunos dicen que han perdido la ilusión que les generó todo el 28 de febrero de hace más de 30 años. Yo más bien creo que se hicieron ilusiones con la victoria del PP en marzo del año pasado, por lo que se pudieran llevar de aquellos que nunca han creido en la autonomía de Andalucía, es decir, con la igualdad legal de nuestra tierra con todos los demás. Seamos serios: Nadie es capaz de mantener ese espíritu eternamente, ni aquí ni en la Rusia soviética, ni en la Francia revolucionaria, por mucho que eso pueda emocionar y entretener.

 
Yo me siento muy andaluz, no por folclore ni por tradición, sino porque creo en nuestro futuro.

 
Esta reflexión sobre Andalucía me lleva a una segunda: ¿qué es España? ¿es malo el patriotismo tal y como lo entendemos? La respuesta a la segunda pregunta para mi es obvia: sí. La primera requiere quizás una mayor profundización para lo que no tenemos posiblemente espacio físico, ni nunca llegaríamos a un entendimiento.

 
Puedo decir orgulloso que milito en uno de los pocos partidos (que me perdonen aquellos pequeños a los que desconozco) que lleva la E de España en sus siglas: el Partido Comunista de España. Desconozco cuál ha sido la evolución en torno a la cuestión nacional en el seno del Partido, pero a veces parece que nos diera vergüenza decir que somos españoles, lo que me produce mucha envidia respecto a nuestros hermanos del PCP. Sea lo que sea, mi patriotismo, como yo lo siento, no se basa en la tradición, en la unidad irrenunciable de la «patria», la uniformidad cultural, en el catolicismo, la semana santa ni los toros. El PCE tenía durante la Guerra Civil un lema que venía a decir «Por una España feliz». ¿Es mejor este PCE que el de entonces?

 
Como quiero a mi país reconozco y admito la enorme diversidad que hay en su interior, porque la he vivido al haber pasado 12 años en Galicia, que no se puede gobernar de la misma manera Castilla y León que Valencia, y sobre todo que no se puede imponer a nadie la pertenencia al mismo. Como quiero a mi país no admito que se mantengan viejas tradiciones, ancladas unas en el Concilio de Trento y otras en bárbaras tradiciones, como los toros o el machismo. Como quiero a mi país asumo que haya ciudadanos de algunos territorios que no deseen pertenecer al mismo, y que tienen el derecho a expresarlo e incluso a conseguir la independencia. Si alguna vez me preguntan diré que estoy a favor del derecho a decidir, pero que intentaré por todos los medios convencerles para que decidan no irse. Yo que no me envuelvo en la bandera de España a diario, y aceptando las singularidades existentes, posiblemente quieran mucho más a España que aquellos que se dan golpes de pecho con ella.

 
Porque no me avergüenza decir que soy español, pese a las dificultades actuales. Soy español y así me siento, primero por pura casualidad geográfica, y segundo porque creo en su futuro, de lucha también, no en un pasado muchas veces inventado. Y desde luego, sentirme andaluz no me resta un ápice de sentirme español, lo suma, porque tan español es la Giralda, las alcazabas de Málaga y Almería, la mezquita y la Alhambra, Itálica… como el gallego, el euskera o el catalán.

 

Me despido diciendo, en este día: ¡Viva Andalucía!

 

Que pasemos todos un buen día, cada cual donde crea que debe estar.

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